Enciendes la tele y están allí, vas a una librería y aparecen en la mesa de best-sellers, quieres ver una película y sus colmillos protagonizan la cartelera, vas al súper y encuentras “sangre artificial lista para beber”. Los ves en carteles, en revistas, en cómics y hasta impresos en tazas, playeras y termos. ¿Por qué nos invaden?
Krovopijac en Bulgaria, baobhan sith en Escocia, vlokoslak en Serbia… No importa como los llamen, los vampiros han estado presentes en casi todas las culturas y en prácticamente todos los periodos de la historia. En el año 600 a .C., el chino Tse-Chan, ministro de la provincia Cheng, explicó en sus escritos que un hombre muerto podía convertirse en demonio si su alma se negaba a salir del cuerpo. Existen datos similares en Mesopotamia, donde hubo dos “chupa-sangre”, el rapganmekhab (acadio) y el akhkham (asirio). En el terreno literario aparecen en La Odisea , cuando Ulises tiene que ir a la Isla de los Muertos y debe ofrecer sangre animal para que los fallecidos surjan del letargo y hablen con él; y en Las mil y una noches, cuando Sherezada presenta a los gules, los demonios del desierto que radican al norte de Persia y suelen asentarse en los cementerios.
Las transmisiones orales y escritas son las que han mantenido vivo el mito cosmogónico de este ser-no-vivo-no-muerto que hoy “deambula” por el imaginario colectivo luciendo sus colmillos y cautivando con su mirada hipnotizadora a todo aquel que se deje. De la colección de relatos de apariciones Magia póstuma, de Charles Ferdinand Schertz (1706), al cuento El vampiro, de John William Polidori, dado a conocer en 1819 y considerado “el primer esbozo de lo que será la imagen clásica del vampiro literario, aquella del aristócrata vil, frio y enigmático, pero sobre todo perverso y fascinante para las mujeres”, de acuerdo con lo escrito por el Conde de Siruela en el libro El vampiro, los vampyr han ido mejorando tanto en su físico como en posición social, tanto en virtudes como en defectos, y hoy se presentan cuales seres cautivadores que incluso pueden andar a plena luz del día, como Edward Cullen, el protagonista de la saga de Stephenie Meyer.
Nace un mito
El vampiro ha sobrevivido porque representa todo aquello a lo que tememos; porque nos seduce; porque nos despierta la imaginación al fomentarnos la creación artística y nuestras supersticiones. Pero el concepto nació porque existieron una serie de eventos reales que dieron pie a la leyenda –y creencia-. Durante siglos los hombre estuvieron expuestos a mordeduras de diversos animales, incluidos los murciélagos, los cuales, más allá de chuparles la sangre, les contagiaban la rabia. Esta enfermedad, cuyo periodo de incubación es de tres a siete semanas, provoca convulsiones, babeo, fiebre inferior a los 38 grados, inquietud y fotosensibilidad, lo cual orillaba a los contagiados a permanecer reclusos en la oscuridad y a presentar conductas extrañas, demoniacas para quienes los veían. Cuando llovía demasiado o se desbordaban los ríos, las inundaciones desenterraban algunos cuerpos de las tumbas menos profundas, haciéndolos reaparecer en las calles o en las cercanías de las casas; los animales salvajes también los desterraban y dejaban aquellos restos expuestos; más adelante, hubo asaltantes de tumbas, quienes buscaban objetos preciosos o partes del cuerpo con los cuales traficar, e incluso había personas que por diversas razones debían desenterrarse a sus muertos y depositarlos en otro lugar. Sin embargo fue entre los siglos XIII a XVIII cuando la creencia en los vampiros aumento y el mito terminó por forjarse. La peste negra que azotó a Europa a mediados del siglo XIV y la eventual publicación del Tratado de las apariciones de los espíritus y de los vampiros o revinientes de Hungría, del abad benedictino Don Agustín Calmet (1672-1757) –catalogado como el primer estudio serio sobre este fenómeno e el Viejo Continente-, fueron sus bases.
Prácticamente todos los países europeos estuvieron expuestos a la peste, la que azotó Istría (1672), Prusia (1710-1721 y 1759), Hungría (1725-1730), Serbia (1725), Silesia (1755), Valaquia (1756) y Rusia (1772). Ella fue determinante para la aparición del término “vampiro”, el cual no obstante es de etimología dudosa, pues podría provenir del ruso upyr, del turco uber (que significa bruja) o del serbocroata vampyr (también se le encuentra como wampyr). En 1734 la palabra vampire (vampiro) apareció escrita en idioma inglés; y el término surge por primera vez en alemán en el siglo XVIII, expandiéndose al resto del mundo y bautizando un fenómeno con características demoniacas pero explicable a partir de los padecimientos que predominaron los siglos anteriores y posteriores.
La condesa sangrienta de Transilvania Erzsébet Báthory (1560-1616)
De noble cuna húngara, Erzsébet era una joven encantadora; ambiciosa, añoraba el poder y su familia la enseño a ganarlo y, sobre todo, a ejercerlo –uno de sus parientes fue el rey Segismundo II de Polonia-.
A los 15 años se casó con Ferencz Nadasdy, quien era mayor que ella. La pareja se fue a vivir al castillo de Csjthe. Durante su matrimonio, Nadasdy luchó contra los turcos, pasaba largas temporadas fuera de casa y se le conocía como “El caballero negro de Hungría”. Se dice que cuando regresaba de Csejthe después de alguna batalla, disfrutaba torturando a sus prisioneros. Pero mientras él vivió, “La condesa sangrienta” solo torturaba a sus sirvientas. Fue su tía, la condesa Karla Bárthory, quien la introdujo en la flagelación e incrementó la fascinación de Erzsébet por la tortura. Sus crímenes comenzaron en 1604, cuando su esposo falleció.
Cuenta la leyenda que un día una de sus doncellas le cepillaba el cabello, cuando le dio un tirón. Erzsébet se levantó y le dio una bofetada tan fuerte que la sangre que corrió de su rostro fue a dar al brazo de la condesa. Embelesada por el resultado –esas gotas de líquido rojo habían dejado más lozana su piel-, creyó que sólo la sangre la permitiría conservar su juventud y belleza. En la zona aledaña del castillo vivía Darvulla, mujer mayor conocida como la “La hechicera del bosque”. Ella se mudó al castillo y ayudó a Erzsébet a reunir a las jóvenes de entre 12 y 18 años que proveerían la sangre para sus baños y beber. Dorkó, una de sus sirvientas también la ayudo a torturar y matar a las jovencitas. Se sabe que utilizaban a la “virgen de hierro”, un artefacto metálico de tamaño humano que se le acercaba a las víctimas, el mecanismo se accionaba y subía os brazos para sujetar a la joven, después de sus pechos salían cinco puñales que atravesaban a la doncella. También usaba jaulas, metales ardientes para marcarlas, les cosía la boca si gritaban demasiado, las congelaba y mordía: toda tortura era válida para beber y bañarse en sangre. Pero conforme los años pasaron, el liquido “perdió sus prioridades”. Erzsébet comenzó a buscar jóvenes de “sangre azul” para mantenerse bella. Fue hasta que éstas faltaron que las autoridades empezaron a investigar. Al llegar al castillo. El reino subterráneo de Erzsébet, como lo llama Alejandra Pizarnik en el ensayo La condesa sangrienta, descubrieron varios cadáveres.
En los escritos de la condesa hallaron el relato de cómo perecieron 610 víctimas pero se calcula que fueron más de 650. Hubo un juicio en su contra, y, como no la podían condenar a muerte por ser noble, se le ordenó pasar el resto de sus días encerrada en una diminuta habitación del castillo. Murió el 21 de agosto de 1614.
La historia de Erzsébet ha dado lugar a las pocas mujeres vampiro que habitan el terreno literario, como Clarimonda y Carmilla.
Fuente (revista Muy interesante)
Pd. Rapganmekhab es acaso más conocido en su nombre asirio, Akhkharu. Aparece en libros de demonología y magia, pero no lo encontré en ningún libro de mitología sumeria o de arqueología. Me permito dudar. En otras páginas nombran a Utuhu y Maskin como vampiros mesopotámicos. Los Maskin eran siete espíritus infernales, pero tampoco encontré ninguna referencia a Utuhu. Los Utukku (distinta grafía) también eran seres subterráneos. No leí que tuvieran características vampíricas.
La moda de forzar referencias antiguas se da especialmente en Egipto, aunque los egipcios no creyeran en vampiros. La leonina diosa Sekhmet - generalmente acusada de deidad bebedora de sangre - era la patrona de las artes médicas. De modo que combinaba la guerra y la medicina (una mezcla entre Ares y Apolo, supongo). No hay ninguna diosa Srun en la mitología egipcia (según varios foros esta diosa se alimentaría de humanos).
2 Responses to "La nueva vampirofilia"
16 de enero de 2012, 6:38 p.m. #
Mas que representar a todo lo que tememos, el vampiro, su mito en si, representa todo lo que quisiéramos ser. Invencibles, inmortales, seductores etc etc... si! claro que con una cuota de crueldad incluida, pero... acaso no tenemos elaborado el matar otros seres para alimentarnos? Si pero matan humanos! JA! humanos, para un vampiro son otra especie (problema moral resuelto).
En la mitología sumeria podemos nombrar a "Dimme", hija de "An" o "Anu" (si te suena a Annunaki, no es casualidad) el dios del cielo (llamado de Assur por los asirios y de Marduk por los babilonios),esposa de Pazuzu dios del viento que traía las tormentas, pestes y plagas.Los acadios luego la llamaron de Lamashtu. Bebía sangre de bebés, mujeres embarazadas y ocacionalmente hombres adultos, podía causar envenenamientos en las aguas, los vegetales y locura en las personas. De su nombre surgen posteriormente los mitos de las lamias y la famosa Lilith que se nombra en el Talmud de los judíos.
Pazuzu era un demonio benevolente con los humanos, el único capáz de llevar a otros demonios de vuelta al inframundo y de alejar a su esposa.
Los espíritus akadios "utukku", en sumeria eran llamados "Udug" y se dividían en demonios y benefactores, puede que se los relacione con los vampiros, por que en sus ofrendas y rituales, se inmola animales.
Mi granito se arena ;)
17 de enero de 2012, 7:38 a.m. #
Gracias:)
Pazuzu también tiene mala fama después de El exorcista. La gente no entiende que las divinidades antiguas (previas al monoteismo) no eran ni buenas ni malas. Tenían aspectos crueles y benevolentes al mismo tiempo. Apolo, por ejemplo, era originalmente el dios de la peste (dios hitita derivado de una deidad sumeria del inframundo) que también podía curar.
Un dios del inframundo no necesariamente era un demonio maligno.
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