domingo, 1 de enero de 2012

El Drácula no visto

Fragmento del artículo de David Skal.

Bram Stoker (1847-1912), más conocido hoy en día por haber escrito Drácula, fue un escritor prolífico que pasó la mayor parte de sus días y sus noches ocupándo­se de los asuntos del famoso actor Victoriano Henry Irving en calidad de agente y administrador suyo. Escribió dieciocho libros, casi todos ellos olvidados (aparte de Drácula dos de ellos -La guarida del gusano blanco y La joya de las siete es­trellas-, han sido llevados al cine, el último con los títulos de Blood from the Mummy's Tomb /Sangre en la tumba de la mo­mia y The Awakening [El despertar]). En cuanto al cómo y el porque escribió Drácula siguen siendo un enigma sobre el que se pueden hacer muchas conjeturas: la producción literaria de Stoker es muy voluminosa, pero nunca abordó el tema de sus métodos de trabajo o lo que le impulsaba a escribir. Las notas para Drácula que se conservan (escritas entre 1890 y 1895) revelan unos cuantos trucos argumentales y fuentes de referen­cia, pero no proporcionan ninguna clave sobre lo que le hizo in­teresarse por el tema. A pesar de eso sabemos que desde que empezó a publicar hasta su muerte, Stoker siempre se sintió atraído hacia lo fantásti­co y lo macabro, y no cabe duda deque la obra de Joseph Sheridan LeFanu -otro dublinés cuya sensual novela Car- milla sentó las bases de la lite­ratura vampírica tal y como la conocemos hoy-, es una de las grandes influencias que se pueden detectar en Drácula.
El argumento de la novela fue sometido a considerables alteraciones entre el momento en que Stoker redactó sus no­tas (lo que parece ocurrió du­rante uno de los muchos viajes a los Estados Unidos en que acompañó a la compañía de  Irving; algunas están escritas en el papel de cartas de un hotel de Filadelfia) y el mo­mento do su publicación. Titularla Drácula parece que fue una idea de última hora, pues al principio Stoker pen­saba titularla El no muerto y llamar a su vampiro «Conde Wampyr»; pero cambió de opinión después de que las in­vestigaciones que llevó a cabo en varias bibliotecas le hicie­ran interesarse por las san­grientas hazañas de Vlad el Empalador, un señor de la gue­rra valaco del siglo XV cuya crueldad le ganó el apodo de «Drácula», que significa «hijo del diablo» en rumano.
Muchos de los elementos de la historia original de Sto­ker eran extremadamente difíciles de manejar y la novela mejoró mucho con su eliminación, pero otros eran realmente fascinantes y es una lástima que decidiera prescindir de ellos. En un arranque de inspiración que se diría una variación deliberada sobre El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde-a quien Stoker llegó a conocer bastante bien-, el retrato de Drácula habría sido imposible de pintar porque la imagen siempre habría acabado convirtiéndose en la de otra persona. Drácula tampoco habría podido ser fotografiado salvo como una especie de radiografía que mostraría un esqueleto (los rayos X fueron inventados hacia 1890).Puede que hoy en día Drácula parezca muy anticuada, pero para su época era una novela muy contemporánea, y Stoker incluyó en ella los últimos avances tecnológicos del momento.
El manuscrito definitivo sufrió dos recortes muy importan­tes. El primero eliminó lodo el primer capítulo que contaba cómo Jonathan Harker se encontraba con una vampira cuando se dirigía al Castillo Drácula (después de la muerte de Stoker este fragmento fue publicado en forma de relato independiente con el título «El invitado de Drácula», y acabó sirviendo de ins­piración a la película La hija de Drácula). El segundo consistió en eliminar todo el pasaje que describía la destrucción total del castillo después de que el vampiro que llevaba quinientos años habitándolo se convirtiera en polvo.
«Mientras lo observábamos hubo una terrible convulsión de la tierra... -escribió Stoker-. Todo el castillo, las rocas e incluso la colina sobre la que se alzaba parecieron saltar por los aires y convertirse en fragmentos que se dispersaron mientras una inmensa nube de humo negro y amarillo se iba acumulando y giraba sobre sí misma en un espectáculo de impresionante y horrible grandeza para acabar ascendiendo hacia los cielos con inconcebible rapidez.» Se ha sugerido que Stoker eliminó este final para conservar el decorado con vistas a una posible secuela.
Drácula recibió críticas favorables, pero un tanto condescendientes. El Daily Mirror recordó las historias que habían circulado sobre la señora Radcliffe, una de la primeras novelistas góticas, que afirmaban que se encerraba con llave en una habitación y se atiborraba de buey crudo para entraren el estado anímico más propicio a la escritura.
«Quien no disponga de pruebas fehacientes que lo nieguen -escribió el Daily Mail-, puede sentirse inclinado a suponer que el señor Brain Stoker ha adoptado un método de trabajo y un régimen similar mientras escribía su novela.» Drácula se vendió bien y se reeditó varias veces en vida de Stoker, pero no le hizo rico.
Los críticos han invertido mucho tiempo en discutir sobre los motivos psicológicos y, especialmente, psicosexuales, que impulsaron a Stoker a escribir Drácula, pero existen algunos datos muy interesantes que invitan a suponer que la novela quizá no sea un reflejo de lo que le pasaba por la cabeza. En una carta escrita el año 1932 H. P. Lovccrafl afirmaba haber conocido «a una anciana que estuvo a punto de encargarse de revisar Drácula hacia 1890... vio el manuscrito original y cuenta que era casi ininteligible.
Finalmente otra persona (Stoker opinó que pedía demasiado dinero a cambio de hacer el trabajo) se encargó de darle la forma que posee actualmente.»
Sí Stoker se impacientaba con la parte puramente mecánica del proceso de escribir una novela, quizá fuese porque se había fijado otro objetivo para el cual la novela sólo era un paso preliminar. Stoker estaba convencido de que Irving, un hombre muy alto de presencia casi hipnótica, sería la encarnación ideal de su noble vampiro, y pasó muchas horas frustrantes intentando convencerle de que representar Drácula en el teatro Lyceum podía proporcionar grandes beneficios económicos.
Stoker se imaginaba al Drácula de Irving cómo una combinación de Mefistófeles, uno de los papeles favoritos del actor, con características tomadas de los muchos villanos de Shakespeare a los que había interpretado de forma tan brillante; pero posteriormente Stoker contó que Irving se limitó a reírse de sus sugerencias.
Stoker consiguió apoderarse del escenario del Lyceum para llevar a cabo una larga lectura dramática de la novela, oficialmente con el propósito de dejar establecido definitivamente el «copyright» a su nombre, pero más probablemente como un último intento desesperado de convencer a Irving de que Drácula era digna de ser convertida en una obra teatral. Stoker adjudicó el papel de Mina a Edith Graig, la hija de Ellen Terry -quien había compartido la cabecera de cartel con Irving en muchas obras-; Tom Reynolds, uno de los actores de carácter más populares de la compañía, interpretó a Van Helsing y a falta de Irving el papel de Drácula fue adjudicado a un misterioso «Sr. Jones». Es bastante probable que se tratara de Whitworth Jones, un imponente actor Victoriano que frecuentó los escenarios de Londres por aquella época.
Pero Stoker nunca llegó a ver Drácula representado adecuadamente sobre un escenario, y la larca de supervisar el siguiente paso en la evolución del Conde recayó sobre Florence, su viuda. La muerte de su esposo la dejó sumida en una discreta pobreza, y Florence protegió el copyright de Drácula celosamente, ya que era prácticamente su única fuente de ingresos. Su batalla de ocho años de duración para destruir todas las copias existentes de la película alemana Nosferatu es ampliamente conocida, pero también detuvo las representaciones de una adaptación teatral no autorizada hecha en Canadá. Harry Clarke, el incomparable ilustrador de la obra de Poe, se puso en contado con ella para crear una edición ilustrada de lujo de la novela, pero Florence no estuvo de acuerdo con las condiciones económicas que le ofrecía su editor y los bibliófilos del mundo entero se vieron privados de lo que sin duda habría sido una obra maestra del arte macabro.
Florence no fue el único obstáculo al que tuvieron que enfrentarse los que querían adaptar Drácula. Como historia, la novela presentaba toda clase de dificultades técnicas: estaba organizada como una compilación de cartas, diarios y otros documentos escritos por muchos personajes distintos; la acción abarcaba desde Londres hasta Transilvania y comprendía muchas escenas exteriores de gran espectacularidad imposibles de reproducir en un escenario, y las escenas más horripilantes eran tan terribles -la estaca clavada en el pecho de Lucy y su posterior decapitación o Drácula alimentando a Mina con su propia sangre-, que resultaba casi imposible imaginar que los censores británicos permitieran que se presentasen de forma reconocible.
En 1924 Florence Bram Stoker acabó confiando los derechos dramáticos de la novela a Hamilton Deane, un actor y productor teatral cuyos padres tenían una propiedad cercana a la residencia de la familia de su difunto marido en el Condado de Dublín. Deane es el máximo responsable de haber creado la imagen «moderna» de Drácula, y lo hizo más por necesidad que guiado por la inspiración. Deane comprendió que la única forma factible de convertir Drácula en una obra teatral era adoptar las siempre fiables y cómodas convenciones de un melodrama de misterio representado en interiores.

Sir Henry Irving (1838-1905)







                         FELIZ COMIENZO DEL 2012!!!

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