martes, 16 de marzo de 2010

Vampiromanía

Durante años quienes se sentían atraídos por la forma de vida vampírica tuvieron que permanecer ocultos, muchas veces aislados entre sí, sin saber siquiera si había otros como ellos. Pero hoy las redes sociales de Internet permiten contactar y dar cobijo a toda suerte de vampiros modernos, que utilizan chats y blogs para encontrar a sus almas gemelas y sumarse así también a covens vampíricos y a distintos cultos y asociaciones a lo largo y ancho del mundo. A través de la web se manifiestan también sus deseos, pasiones y opiniones. E incluso confesiones íntimas que quizá en persona no se atreverían a hacer: “Suelo tomar sangre –cuenta M.– cada tres o cuatro semanas. Pero solo la tomo de mis amigos y, a veces, la mía propia, que es mi favorita”. Por el contrario, J. se horroriza: “¡Nunca bebáis vuestra propia sangre. Es debilitarse uno mismo. Como tomar veneno”. La mayoría de los vampiros aficionados a la sangre se alimentan los unos de los otros, o de quienes se ofrecen como donantes voluntarios, pero no muerden a sus víctimas, ni mucho menos. Lo habitual es utilizar algún objeto cortante, como una navaja de afeitar, y realizar leves incisiones en zonas del cuerpo sin peligro y con cierto simbolismo erótico para ofrecer la herida a la boca del vampiro dominante. Este hábito, a veces rodeado de parafernalia ritual, está muy próximo a determinadas prácticas sadomasoquistas, pero, tal y como nos recuerda Gary Laderman en su artículo Vampire Culture para Religion and American Cultures, “en la religión vampírica el sadomasoquismo es considerado teológicamente una forma de alimentarse”. Aunque no todos los vampiros modernos aceptan los rituales de sangre, cada vez son más quienes los practican, reuniéndose para ello en los clubes más privados... o en zonas concretas de la gran ciudad: “Una vez a la semana, en el parque de Ciudad Jardín, aquí en México –informa E.–, se reúnen grupos de vampiros para beber sangre”. Sin embargo, lo más corriente es que los intercambios tengan lugar en espacios íntimos, locales en los que ni siquiera los vampiros aficionados, los simpatizantes o quienes simplemente forman parte de la escena gótica pueden entrar. La comunidad de genuinos chupadores de sangre es conocida en la jerga vampírica como “cabal” –término inglés que viene a significar “conspiración”, “complot”, y que designa también a un grupo secreto que se reúne para, precisamente, conspirar– y se aplica al “círculo interior” y más poderoso del mundo vampírico, el habitual de los bloodbars o bares de sangre, legendarios lugares, de dudosa existencia, en los que se sirve sangre auténtica y hay siempre un buen número de donantes voluntarios al servicio de sus “señores”. Pero no todos los vampiros “reales” aceptan el dogma de la sangre como algo fundamental. Incluso hay quienes lo rechazan, pues lo consideran una mixtificación literaria de algo que viene a ser una metáfora de simbolismo religioso más profundo, similar a la comunión cristiana. Así, hay vampiros incluso vegetarianos, y para muchos grupos la verdadera esencia de su poder es lo que se denomina “vampirismo psíquico” y, a veces, “vampirismo astral”: la capacidad de “alimentarse” de la energía de otros seres humanos por medio de la dominación mental y psicológica. Un tipo de vampirismo que, cultivado por quienes se consideran auténticos magos, puede llevar, teóricamente, al desdoblamiento astral y conducir al agotamiento espiritual –e incluso a la muerte– a la víctima del supuesto vampiro o parásito mental. Este tema ya fue tratado extensamente por la ocultista Dion Fortune en su clásico Autodefensa psíquica (Ed. Kier).....
Si el vampiro no va a la iglesia, la iglesia va al vampiro. Después de siglos huyendo de las cruces y de las iglesias cristianas, el vampiro ha encontrado refugio en una religión de nuevo cuño, inspirada en los poderes míticos del vampirismo y en sus conexiones esotéricas con la tradición mágica y pagana. Sólo en Estados Unidos se calcula que el número de seguidores de la religión vampírica está en torno a los 100.000, contando únicamente a aquellos que se identifican como tales o que están afiliados a alguna de las iglesias que la practican abiertamente. Lo cierto es que el concepto de religión vampírica es bastante amplio, lo que ha dado lugar a numerosas variantes, aunque todas comparten en común la oposición al cristianismo, el culto al yo, una estructura jerarquizada y la práctica de determinados rituales de inspiración vampírica, que pueden o no incluir la ingesta de sangre. Como es habitual en las organizaciones de este tipo, algunas se encuentran abiertamente enfrentadas entre sí y todas y cada una de ellas se otorgan la posesión del auténtico y verdadero sentido del vampirismo. El Templo del Vampiro fue creada hacia 1989 y en la actualidad es una religión registrada y reconocida por el Gobierno de Estados Unidos. Como tal, posee sus propios libros sagrados –principalmente La Biblia vampira–, su Credo y sus “mandamientos”. En contra de lo que podría suponerse, el Templo del Vampiro tiene un sólido fundamento moral, que puede resumirse en la actitud de depredadores “compasivos” del resto de los humanos que defienden sus miembros:
“El vampiro no da muerte a su presa humana, sino que consume su exceso de energía, el exceso de fuerza vital humana. Esto no daña a los seres vivos (...). En cualquier caso, el vampiro acepta su naturaleza dominante como un depredador majestuoso, como el león o el lobo”. Con numerosas conexiones con la Iglesia de Satán, fundada por Anton LaVey, el Templo del Vampiro ha sido, sin embargo, acusado últimamente de haber abandonado la Vía de la Mano Izquierda para aproximarse más a posturas propias de la New Age. Por su parte, Sanguinarium es algo más que una red social vampírica: es una ambiciosa asociación nacida de Internet en 1995 y fundada por el Padre Sebastian –como Clan Dientes de Sable– para agrupar y poner en contacto a los verdaderos seguidores del vampirismo y a todos los empresarios o propietarios de clubes inspirados en las Crónicas vampíricas de Anne Rice y en la escenografía del vampiro gótico. El resultado es una auténtica sociedad secreta vampírica que comparte filosofía y modos de vida, ha creado una sólida jerarquía del mundo de los vampiros, con un código de conducta propio, resumido en el texto conocido como El velo negro, y que organiza todo tipo de eventos internacionales: conciertos, covens, convenciones, etc. Aunque oficialmente disuelta en el año 2002, en realidad Sanguinarium se ha escindido y expandido en numerosas asociaciones ligadas entre sí, entre ellas la Ordo Strigoii Vii, reconocida como religión en Holanda y relacionada también con la Iglesia de Satán. En el extremo opuesto la una de la otra están la Orden del Vampiro, perteneciente a la Orden del Templo de Set de Michael Aquino, que se reafirma en la Vía de la Mano Izquierda avisando de que se trata de una organización “única y separada de las varias comunidades de vampiros on line que siguen la Vía de la Mano Derecha, grupos y ‘casas’ que se han extendido en los últimos años (...) y que promueven una versión débil y sin poder del arquetipo del vampiro, entre una miríada de ridículas ideas New Age”, y la Casa de Kheperu, asociación que toma su nombre del antiguo término egipcio para aludir a la “transformación” y que enseña a sus adeptos cómo captar la energía vital e interactuar con ella en su propio beneficio pero sin hacer daño a los demás. La Casa de Kheperu no pretende ser una religión y reniega también del vampirismo, en tanto que este posee claras connotaciones negativas: “Verás que en algunas partes se refieren a nosotros como ‘vampiros’, pero nos denominamos a nosotros mismos ‘kheprianos’, que para nosotros significa que somos espíritus inmortales, buscadores de sabiduría, catalizadores, maestros y estudiantes eternos”. En una línea parecida, aunque orgullosa del término “vampiro”, cabría situar a la Iglesia del Vampiro, que preconiza el vampirismo bioenergético y que no se presenta como secta o religión organizada, sino como organización investigadora y fuente de recursos para sus seguidores. No cabe duda de que hay una religión vampírica para cada vampiro, pero tampoco de que en los últimos años estas se han aproximado cada vez más a la brujería wicca y al neopaganismo; resultado, quizá, de que el vampiro haya pasado de ser un mito masculino a formar parte del universo femenino de las adoradoras de la Diosa. En una obra de recargado erotismo sadomasoquista como El descendiente de la oscuridad (La Factoría de Ideas), de Nancy Kilpatrick, podemos asistir a toda una ceremonia de iniciación vampírica que posee los rasgos propios de un rito wiccano. Y en la serie de novelas iniciada con Marcada (La Factoría de Ideas), sus autoras, P. C. Cast y Kristin Cast, ofrecen una versión del vampirismo llena de toques New Age y brujeriles, incluyendo una escuela para vampiros que no puede dejar de recordarnos al Hogwarts de Harry Potter.
Puede que no sea la criatura inmortal y sedienta de sangre del mito y la literatura, que no pueda transformarse en animal, convertirse en bruma o trepar por las paredes, que sea tan mortal como cualquiera de nosotros... Pero, cuidado, no nos llamemos a engaño: está convencido de pertenecer a la aristocracia de la humanidad, si es que no a una suerte de nueva especie superior. Acomoda sus hábitos a los de los nomuertos, viviendo de noche y dejando el día para el resto de nosotros, vulgares mortales. Puede que beba sangre, puede que, incluso, sea capaz de absorber la energía psíquica –el prana, el ka, el alma o como queramos llamarla– de quienes se cruzan en su camino. Rinde culto a los antiguos misterios del Otro Lado de la Tumba y practica rituales y enseñanzas mágicas y esotéricas. En definitiva, encarna, dentro de su inevitable envoltura humana –a la que también somete a mutaciones sin miedo: afilando dientes y colmillos, tatuándose símbolos vampíricos, vistiendo acorde con la elegancia y el glamour satánico del personaje–, el arquetipo del vampiro, haciendo que este se haga presente en nuestra realidad. Un pacto mágico, casi podríamos decir diabólico, que tiene también su precio. La posesión arquetípica entraña siempre el peligro de destruir a quien la invoca, y el vampiro puede entonces, perdido el control, convertirse en vampiro de sí mismo y quedar reducido a un auténtico muerto en vida, sin voluntad propia, consumido solo por el ansia de sangre, poder e inmortalidad, al borde de la locura o, peor aún, del ridículo. Pero eso no evitará que, ahora y siempre, los vampiros sigan entre nosotros. 

Desde la noche de los tiempos, Mari Ángeles Rodríguez reina como vampira en la escena gótica madrileña con el sobrenombre de Reverenda Madre:
¿Quién es la Reverenda Madre?
La primera vampira de una saga. Alguien que ha vivido tantas vidas como un vampiro real. Alguien que agradece el afecto y el respeto que inspira.
¿Qué es el vampiro para ti?
Por encima de todo, la capacidad de resurrección.
¿Cómo os ven desde fuera a los “vampiros”?
En general, como pirados, excéntricos... En el lado oscuro del mundo es una honra ser vampiro.
¿Crees que la moda Crepúsculo es perjudicial?
Tiene su lado positivo: el romanticismo que despierta en los adolescentes, faltos de referencias. Pero la poca calidad del referente hace “daño” al vampiro real.
¿A qué temes como vampira?
Al fuerte sol del mediodía y a no poder resucitar en un envite de la vida.
 

En una entrevista realizada por Rosemary Ellen Guiley el fundador de Journal of Vampirology, John L. Velluttini, admite: “Existen algunos individuos –afortunadamente, una minoría– que desarrollan una adicción a la sangre. Este fetichismo de la sangre es, en mi opinión, el resultado de alguna perturbación mental profundamente enraizada, y quienes lo sufren necesitan urgentemente asistencia psiquiátrica antes que algún estúpido vampirólogo animando sus alucinaciones potencialmente peligrosas”.
Otro de los personajes que ha encarnado, de forma terrible, el arquetipo del vampiro ha sido el asesino psicópata. La necesidad patológica de consumir sangre humana es uno de los rasgos recurrentes en la psicología del sociópata, combinada con fetichismos y perversiones como el canibalismo o la necrofilia, lo que ha provocado que algunos de estos asesinos sean etiquetados como “vampiros”. El antecedente más claro es la condesa Elizabeth Báthory, que sembró el terror en la Bohemia del siglo XVI asesinando cientos de doncellas en la creencia de que al bañarse en su sangre permanecería eternamente joven. En el siglo XX, Peter Kürten en Alemania y Richard Chase en Estados Unidos, se ganaron los sobrenombres de El Vampiro de Düsseldorf y El Vampiro de Sacramento, respectivamente. Otros muchos asesinos en serie, como Ted Bundy o Andréi Chikatilo, bebieron sangre de sus víctimas.
Fuente: Revista Más allá & Taringa!

Seré tradicionalista, pero esta moda wicca sadomasoquista no es para mí. Eso de «yo tomo tu sangre y vos la mía» me parece un puterío. Ni habilidades astrales ni nueva religión. Gracias. Soy lo que soy y listo. Los humanos son demasiado rebuscados. Pero bueno, no juzgo a nadie.

Moth Eatn: Vampire
                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

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